Hace unos 1.700 años al médico chino Ge Hong se le ocurrió que una forma de tratar la diarrea era dar a sus pacientes una «sopa amarilla» hecha a partir de heces frescas de un donante sano. La cosa debió de funcionar, porque para el siglo XVI los médicos chinos elaboraban diferentes “sopas amarillas” y “siropes dorados” que podían utilizarse para el tratamiento de distintas dolencias intestinales o intoxicaciones alimentarias.

En Europa, con animales: la transfaunación

En Europa también llevábamos a cabo similares prácticas, pero no con personas, sino con animales. Fue el cirujano italiano Girolamo Fabrizi d’Acquapendente (1537-1619) al que se le ocurrió la idea de la transfaunación, que consistía en transferir el contenido del rumen –una parte del aparato digestivo de los rumiantes– de un animal sano a otro enfermo.

Ingesta de bacterias del yogur

A principios del siglo XX, el científico ruso Iliá Méchnikov propuso que la ingesta de bacterias ácido lácticas del yogur era beneficiosa para la salud y que podían desplazar a las bacterias perjudiciales como Clostridium. Estas producían sustancias tóxicas que promovían el envejecimiento.

Trasplantes de microbiota fecal en Estados Unidos

En paralelo, la idea de que en las heces de un portador sano había algo que permitía curar algunas patologías gastrointestinales fue madurando. Se vio confirmada definitivamente gracias a los trabajos del médico estadounidense Ben Eiseman.

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