El ingreso en un hospital del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha sembrado desconcierto sobre la aparición de trombos, una manifestación sintomática de la Covid-19 que no es misteriosa en absoluto, aunque sí pueda ser preocupante. La coagulación de la sangre es un mecanismo de defensa orgánica que surgió hace unos 430 millones de años. Este mecanismo ha representado una ventaja evolutiva en vertebrados.
Los humanos, como el resto de los vertebrados, estamos expuestos a las hemorragias y les hacemos frente gracias a la trombogénesis. Los primeros humanos estaban constantemente en peligro de desangrarse tras sufrir terribles heridas en la caza o en la guerra. Somos los descendientes de aquellos ancestros y por eso somos trombogénicos por naturaleza.
Pero en el antagonismo hemorragia versus trombogénesis se produce un típico caso de paradoja pleiotrópica: a edades avanzadas morimos muchas más veces de trombosis que de hemorragia. La formación de trombos, que nos ha salvado tantas veces la vida conteniendo las hemorragias, pasa factura en las enfermedades que cursan con anomalías endoteliales, entre ellas la Covid-19.
Semanas atrás aparecieron noticias alarmistas que ponían el acento en la «misteriosa» proliferación de trombos que estaba matando a los infectados por coronavirus en los que provocaba infartos cerebrales y de corazón, además de lesiones isquémicas cutáneas. Como no podía ser menos en los tiempos que corren, las redes generaron un bulo desmentido por Newtral.
Figura 1. Las tres fases de la Covid-19. A medida que la enfermedad se agrava aumentan determinados parámetros analíticos como el dímero-D, indicador de la existencia de niveles anormales de fibrina y, por tanto, de trombosis. / Siddiqi & Mehra
En los casos de Covid-19 no hay misterio alguno en la formación de coágulos de sangre dentro de vasos de pequeño calibre. Desde el principio de la pandemia los científicos chinos detectaron este hecho. El 31 de enero patólogos de hospitales de Wuhan ya habían comenzado a realizar autopsias,