Si no te lo ha dicho alguien ya, no pasará de mañana que oigas aquello de «este fin de semana ganamos una hora de sueño. En la madrugada del sábado al domingo, cuando sean las 3:00 serán las 02:00». Así es, toca otra vez el cambio de hora, que aunque de primeras pueda parecer una bendición pasarse una hora más entre las sábanas, para muchos no lo es: la mañana siguiente se despertarán irascibles, irritables y apáticos. ¿Es que acaso no nos sienta bien dormir un poco más de vez en cuando?

Según diversos estudios, 60 minutos más o 60 minutos menos pueden marcar una diferencia abismal en distintos aspectos de la vida. En lo que a cansancio se refiere el peor de los cambios horarios no es el que está por llegar este fin de semana, sino el de verano —con él perdemos una hora de sueño—, pero el de otoño también tiene sus inconvenientes: retrasar una hora el reloj hace que perdamos una hora de luz de un día para el otro. «A nivel psicológico es peor el de otoño, ya que empeora el estado de ánimo«, explica Marta Caldero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La alteración del ciclo

La luz es una pieza clave para el correcto funcionamiento de los ritmos circadianos, es decir, nuestro reloj biológico. Gracias a ella nuestro cuerpo es capaz de producir melatonina, «un neurotransmisor que regula nuestros ciclos de vigilia y sueño, y nuestro estado de ánimo. Cualquier alteración —como el cambio horario, el jetlag de un vuelo o los cambios de turnos en el trabajo— puede hacer que su producción se reduzca y afecte a nuestras emociones», indica la experta.

Tanto es así que, según las conclusiones de un estudio realizado por la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, en el que se analizaron más de 185.000 casos de depresión entre los años 1995 y 2012, el cambio de hora del otoño aumenta los diagnósticos de esta enfermedad mental en un 11%: «Estamos relativamente seguros de que ocurre por el cambio horario»,

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