Cuando Damián García Olmo (Murcia, 1958) y su equipo se plantearon por primera vez utilizar células madre para mejorar los resultados de su cirugía en una paciente con enfermedad de Crohn, Cataluña estaba a punto de tener a su primer presidente socialista, no existía YouTube y casi nadie había oído hablar de Lehman Brothers. Era 2001 y el mundo era otro. Entonces, cuenta el cirujano que en aquel tiempo trabajaba en el hospital de La Paz, en Madrid, tenían una paciente joven con una fístula rectovaginal que no eran capaces de curar. Los daños de la enfermedad intestinal dejaban como única solución “ponerle una bolsa, un ano contra natura”, así que probaron con unos cultivos celulares como último recurso reparador. La operaron el 2 de mayo de 2002. “Y funcionó”. Pero han sido necesarios 17 años para que el tratamiento, la primera terapia con células madre extraídas (de la grasa) de donantes aprobada en Europa, haya sido incluida por el Estado español entre las financiadas por la sanidad pública y esté a disposición de los pacientes comunes.

El camino recorrido desde aquella medida desesperada hasta ahora es un ejemplo de la tarea titánica que supone crear una terapia segura y útil según los estándares científicos. Ha sido necesario reunir talento de toda procedencia, como recordaba el jueves pasado García Olmo en la Fundación Jiménez Díaz, el hospital madrileño donde ahora es jefe de cirugía. “El doctor Julià Panés [jefe del servicio de gastroenterología del hospital Clínic de Barcelona] fue el investigador principal del estudio en el que se probó la técnica. En él participaron hospitales de toda Europa, y los resultados se publicaron en The Lancet”, destaca el cirujano murciano. Pero junto a las tareas médicas y científicas, en el logro de este éxito improbable fue fundamental el apoyo empresarial. “En 2004, tuvimos la suerte de que Cristina Garmendia, que después fue ministra y había fundado Genetrix, se interesó por nuestra idea y quiso apoyarla”, apunta García Olmo. Después,

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