Cuando el Fondo Global de lucha contra la malaria, el sida y la tuberculosis logró hace unas semanas recaudar 14.000 millones contra las tres grandes pandemias de la humanidad, lo anunció mediante un tuit. Es el que continúa fijado en la cabecera de su cuenta de esta red social y, desde entonces, poco más de 500 usuarios lo han compartido con sus seguidores (retuiteado). “¡A nadie le importa, y cuando una Kardashian se tira un pedo se entera todo el mundo!”, protesta Lucica Ditiu.

Rumana, de 50 años, es desde hace ocho la directora ejecutiva de Stop TB, un conglomerado de más de 1.700 organizaciones (sociedad civil, ONG, instituciones públicas y privadas) que busca terminar con la tuberculosis, la enfermedad infecciosa que más mata: 1,5 millones de personas en 2017, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Más que el VIH y la malaria juntas.

Está estos días en la 50ª Conferencia Internacional de Salud Pulmonar en Hyderabad (India) —a la que EL PAÍS ha acudido invitado por la organización— intentando hacer mucho ruido para que se hable más de una enfermedad olvidada. “Si hace falta que nos desnudemos, lo hacemos”, enfatiza llena de energía para visibilizar una enfermedad de la que “nadie escribe”.

—¿Por qué le prestamos poca atención?

—Hay varias razones. Una es la historia: la tuberculosis ha estado con nosotros siempre, así que no hay nada nuevo. Y no mata rápido, no en un mes o dos, la gente se olvida y, por desgracia, cada vez se fija más en sucesos espectaculares. Además, ha sido algo muy médico, que solo se hablaba entre doctores y enfermeras, no se ha contado con pacientes, sociedad civil, grupos vulnerables, sector privado… Por último, tiene que ver con quiénes la sufren: personas invisibles, al menos para quienes toman las decisiones. Son personas vulnerables, como migrantes, mineros, transgénero, usuarios de drogas… personas que no aparecen en los periódicos a menudo.

La tuberculosis ha estado con nosotros siempre,

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