El estado de ánimo de Miguel Bosé se mide, entre otras cosas, por sus publicaciones en las redes sociales. En la pasada primavera sus vídeos, sus mensajes, las fotografías mostraban un importante deterioro físico, su voz era casi inaudible y sobre todo sorprendía el tono crispado que empleaba. En esas fechas la batalla con Nacho Palau, quien fue su pareja durante 26 años, arreciaba. El escultor había roto barreras que antes nadie se atrevió. Habló de su vida privada con Bosé y desveló el conflicto alrededor de los cuatro hijos que la pareja crió como una familia. Salió a la luz la reclamación judicial interpuesta por Palau para que los niños siguieran relacionándose como hermanos a pesar de que ellos ya no estaban juntos.
A los testimonios de Palau no hubo respuesta de Bosé. El cantante declaró estado de silencio e invitó a los suyos a que lo siguieran a rajatabla. Solo habló en las redes y lo hizo a su manera. Se fotografió varias veces con sus dos hijos en situaciones idílicas —playas, barcos, paisajes espectaculares— pero ningún rastro de la polémica y ninguna referencia a los otros dos niños. Palau habló en público poco y de forma contundente para denunciar la situación familiar. Reclama al cantante seguir compartiendo el cuidado y la educación de los cuatro niños. Para conseguirlo, ha presentado ante los tribunales una demanda que solicita una doble acción de filiación para que ambas parejas de niños sean reconocidas como hijos legales de la otra parte de la pareja. Unos términos con los que Miguel Bosé no se muestra de acuerdo.
A finales de junio se supo que a falta de la celebración del juicio, del que saldrán las medidas provisionales que establecerán el régimen de visitas de los cuatro menores y también los aspectos económicos que estime el juez encargado del caso, el cantante y quien fuera su pareja alcanzaron un acuerdo para facilitar el contacto y las visitas entre los pequeños este verano. Y este se ha producido. Tadeo, Diego,