Cuando uno piensa en una nación que atraviesa una gran crisis política y económica, lo primero que viene a la mente probablemente no es el oro. Pero en Bolívar, el estado más grande de Venezuela, la minería ilegal de oro ha estado pujando durante años y el metal amarillo se ha convertido en una motivación para que muchos venezolanos se dirijan hacia el sur del país, como una última oportunidad para ganarse la vida antes de regresar a casa o huir a Brasil.

Luis Henrique Ripa, por ejemplo, viene directamente de la capital venezolana, Caracas. Dejó a su familia atrás para venir a trabajar como minero en Las Claritas, un pequeño pueblo ubicado en el Municipio Sifontes, en el estado Bolívar. «Esta es la segunda vez que vengo aquí», nos dice cuando alguien le pregunta si ya ha visitado la zona. «Para ser sincero, no me gusta mucho, pero la oportunidad es demasiado tentadora. El primer día que llegué, encontré oro. Algunas personas buscan meses antes de hallar algo. Pero solo me tomó un día y lo interpreté como una señal. Estar aquí es una aventura, y lo que obtienes vale la pena».

El hecho de que Luis ahora esté postrado en cama, con un gran yeso cubriendo la mayor parte de su pierna derecha no parece motivo suficiente para que cambie de opinión sobre el viaje. Él sigue sonriendo e intenta olvidar su dolor. A principios de esta semana, se rompió la pierna después de una caída libre de 11 metros dentro de una mina de oro. Luis le pregunta a un médico local cuándo vendrá una ambulancia a buscarlo, pues sus lesiones son demasiado graves para ser manejadas en el ambulatorio local en el que se encuentra ahora. Tendrá que ser trasladado a un hospital para recibir un tratamiento adecuado.

Acostado en la cama a su lado hay otro joven llamado Yordan Pentoja. Yordan no se cayó, se enfermó. El paciente de 27 años también está siendo atendido en el ambulatorio por un tipo grave de malaria. Dice que le han diagnosticado la enfermedad una docena de veces desde que comenzó a trabajar en la mina de Piedra Dura,

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