La Asamblea General de las Naciones Unidas celebró hace no mucho una reunión de alto nivel para que los Estados miembro se comprometieran a ofrecer cobertura sanitaria universal (CSU), que incluya protección de riesgo financiero y acceso a servicios de atención médica esenciales, medicamentos y vacunas para todos. Pero el grado de compromiso de los países para brindar servicios que satisfagan las necesidades únicas de las niñas y las mujeres como parte de su implementación todavía es objeto de debate.

Al adoptar una declaración política sobre la cobertura sanitaria universal, los países acuerdan asignar financiamiento de sus presupuestos nacionales para crear un futuro en el que la diabetes en todas partes reciba insulina, en el que no se permita que el VIH arrase a las comunidades y en el que todos los niños reciban vacunación esencial. En ese futuro, hasta las comunidades más vulnerables contarían con un acceso confiable y asequible a los servicios que necesitan, y toda la sociedad estaría más sana y sería más productiva.

Sin embargo, las necesidades médicas únicas de las niñas y las mujeres, en particular sus necesidades de salud sexual y reproductiva, siguen siendo una cuestión de contención política, que durante mucho tiempo hizo que su atención médica estuviera subvalorada y no contara con los recursos suficientes. En entornos de asistencia humanitaria, por ejemplo, hay un acceso muy limitado a atención médica sexual y reproductiva. Y, en muchos lugares, las jóvenes tienen dificultades para ejercer sus derechos reproductivos.

Las mujeres, y esto mina aún más su salud, muchas veces están mal representadas en las pruebas médicas, lo que lleva a diagnósticos y a tratamientos inadecuados de las enfermedades. Hasta los programas que están destinados específicamente a atender a niñas adolescentes suelen estar diseñados sin una participación significativa de las jóvenes; como resultado de ello, muchas veces no satisfacen las necesidades de los usuarios objetivo y, a veces, hasta refuerzan estigmas nocivos.

Pero para que la cobertura sanitaria universal sea verdaderamente universal y transformadora, debe abrazar la igualdad de género en todas sus formas —y eso también implica ofrecer garantías explícitas de salud y derechos sexuales y reproductivos (SRHR,

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