El médico cataloga de “calamitosa” la situación del hospital local, donde los pacientes tenían que esperar hasta en los rincones y se tuvieron que habilitar salas adicionales para atender a los enfermos en peor estado. Aunque la situación “ya casi está volviendo a la normalidad” en su zona, dice, el resto del país vive un escenario inédito. “Nunca antes habíamos tenido una situación tan grave”.

Pinel, que fue director de vigilancia de la salud, sabe de lo que habla. Ya en 2015 integró un equipo de respuesta de epidemia de dengue. Asegura que la que hoy sufre el país centroamericano ha sobrepasado la capacidad de respuesta. “El sistema de salud se ha debilitado en los últimos años y una situación como esta ejerce una presión adicional e inusual. La atención a la población es precaria”, explica por teléfono.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) también ha movilizado a sus especialistas para apoyar a las autoridades hondureñas en la emergencia. Su subdirector, Jarbas Barbosa, ha advertido en Tegucigalpa de que el dengue es un riesgo de salud para todos los países de América Latina. La enfermedad se ha ensañado con Centroamérica, una franja golpeada por la pobreza y con varios de sus países sumidos en crisis políticas.

Nicaragua es el segundo país de América Central con más casos registrados y 10 muertos, según las estadísticas ofrecidas por la vicepresidenta Rosario Murillo, quien controla toda la información oficial. A finales de julio, las autoridades emitieron una alerta epidemiológica tras un aumento del 232% en los casos registrados respecto al mismo periodo de 2018. Martha Reyes, directora de Vigilancia del Ministerio de Salud, dijo que se han redoblado los esfuerzos para controlar el mosquito que transmite el dengue: el Aedes aegypti, cuyas hembras, según la OMS, son la principal fuente de transmisión.

Los síntomas pueden desarrollarse de cinco a siete días después de la picadura. La OPS explica que después del período de incubación,

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