Vivimos en una sociedad que no descansa. Es habitual proferir o escuchar lamentos como: “necesitaría días de 40 horas para terminar todo lo que quiero hacer”. Nos estamos exigiendo demasiado, asumiendo roles que antes no tenían sentido.

¿Por qué sucede esto? Porque las necesidades básicas de la pirámide vital propuesta por el psicólogo Abraham Maslow (1908-1970) están cubiertas en una gran parte de la población. Es decir, ya no nos estresamos por conseguir comida caliente, un techo bajo el que dormir o ropa para protegernos del frío y del calor. No nos preocupa nuestra tribu, que tampoco pasa penurias, y hace miles de años que no debemos afrontar tareas como la caza y la recolección.

Y, sin embargo, aunque suene paradójico, vivimos una sociedad “enferma”, abrumada por preocupaciones y angustias sobre eventos que en la mayoría de los casos no llegan a pasar.

Esto se refleja en los datos. El 10,4 % de la población española, por ejemplo, reconoce tener ansiedad, por no hablar del crecimiento exponencial que ha experimentado la ingesta de ansiolíticos en la última década. En concreto, 110 personas por cada 1.000 consumen algún fármaco de este tipo al día para calmar sus estados de inquietud.

En terapia, cuando preguntamos a los pacientes con síntomas de ansiedad qué les preocupa,

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