El hambre se reduce en casi todo el mundo, mientras que el sobrepeso y la obesidad crecen en todos los continentes. Los precios más bajos, la falta de regulación y el acceso fácil que tienen los niños y adolescentes a ultraprocesados y bebidas azucaradas se mezclan con una falta de educación nutricional. Estos factores agitados en una coctelera hacen que la epidemia del sobrepeso no deje de crecer.

Antonio Cabrera, profesor de medicina preventiva y salud pública de la Universidad de La Laguna (Tenerife) es autor de numerosos estudios sobre sedentarismo, obesidad y riesgos cardiovasculares. Recientemente formó parte de una macro investigación publicada en la revista Nature que concluía que, a pesar de lo que se pensaba tradicionalmente, el sobrepeso se centraba en las zonas rurales. Una de sus opiniones más preocupantes es que la obesidad en los países en vías de desarrollo tiene un largo camino por recorrer.

Pregunta. ¿Comen peor los niños ahora que hace 50 años?

Respuesta. Como todo, depende del país y de la clase social. En general se puede decir que la desnutrición severa se ha ido reduciendo, aunque sigue habiendo millones de personas que pasan hambre. La novedad en los últimos 40 años es la epidemia de obesidad. Surgió en los 80 en los países ricos y se ha ido propagando por todo el mundo. La principal causa es que los ultraprocesados han desplazado a los alimentos naturales. Las circunstancias son variadas, como por ejemplo, hace falta un tiempo del que a veces no disponen para cocinar. Los que consumen estos productos sí comen peor que los que pertenecían a su mismo nivel social hace años.

¿La malnutrición es una cuestión de clases?

Sin la menor duda. Cuando comenzó la epidemia de la obesidad, las clases medias fueron las más afectadas, pero gracias al nivel cultural se pudo alejar a este grupo de determinados patrones dietéticos y en los países ricos se ha ido convirtiendo en un problema de las clases pobres.

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