Aunque el estrés es un estado con el que estamos bastante familiarizados, la situación actual provoca que este aumente.

El temor y la incertidumbre de no saber cómo evolucionarán las cosas puede generarnos una gran ansiedad que afecte a nuestro bienestar y sexualidad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que «una de cada cinco personas se ve afectada por la […] ansiedad». Una cifra importante. Las razones suelen estar en el trabajo, el cuidado de los hijos, el estrés derivado por problemas dentro de la pareja u otras dificultades imprevistas, como el Covid-19.

Todos podemos identificar fácilmente los síntomas del estrés en el cuerpo. Nuestro corazón empieza a latir muy deprisa, los músculos se tensan, puede que sintamos náuseas, comenzamos a transpirar, respiramos con más frecuencia, se nos seca la boca, perdemos el apetito…

En el caso de que el estrés se haya convertido en un problema crónico, el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) advierte que pueden aparecer dolores de cabeza frecuentes, dificultades para descansar y dormir bien, alteraciones en nuestro sistema digestivo (diarrea o estreñimiento) y cambios de humor que pueden ir desde la tristeza, hasta el enfado o la irritabilidad.

Aunque el estrés suele tener, por lo general, los mismos desencadenantes en hombres y mujeres, no afecta por igual cuando este estado repercute en la sexualidad. En el caso de los hombres la disfunción eréctil y la eyaculación precoz son dos de las consecuencias más frecuentes.

La disfunción eréctil se caracteriza por la dificultad por tener y mantener una erección durante la relación sexual. Si este problema ya se tenía, el estrés puede agravarlo, como indica el Manual MSD.

Por otra parte, la eyaculación precoz impide tener relaciones satisfactorias y «causa estrés para las parejas», señala el Manual MSD. La preocupación que esto genera aumenta, todavía más, el estrés.

En el caso de las mujeres, el cuerpo reacciona al estrés de una forma diferente a la de los hombres. La falta de lubricación, los cambios hormonales o el descenso de la libido son algunas de las consecuencias más habituales en las mujeres.

La falta de lubricación no siempre está relacionada con la falta de deseo, sino con el estrés y dificulta las relaciones sexuales.

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