Esta es la historia de una doble violación. Es la historia de una inmensa pobreza argumental. Y es la historia de quienes quieren decidir en nombre de las mujeres.

Hace pocas semanas, el embarazo de una niña de 12 años violada por un vecino de 60 conmocionó Argentina cuando se supo que se le negó el aborto debido a su avanzado estado de gestación (24 semanas). Se le practicó una cesárea en contra de su voluntad. Después, el bebé murió.

El pasado viernes, el diario La Nación dedicó su editorial a dos niñas embarazadas que supuestamente decidieron plantarse contra sus madres abortistas. “Resulta emocionante ver desplegarse el instinto materno”, rezaba el diario. “Admiración hacia las niñas madres, madrazas por cierto. Tristeza para las abuelas abortistas que felizmente no lograron su criminal propósito. Bienvenida a los felices niños de ambas mamás”, continúa el diario, que defiende “lo que es natural en la mujer, lo que le viene de su instinto de madre, lo que le nace de sus ovarios casi infantiles”.

La Nación se refería a una niña que supuestamente quedó embarazada a los 12, lo perdió y a los 14 años volvió a quedar “embarazada cuando a su tía se la olvidó en la casa de un muchacho” (¡¡¡culpa de la tía, claro!!!). Y a otra de 13 embarazada tras ser violada. “Cuando se enteró, mi mamá me lo quiso sacar, pero le dije[…]: ‘Nadie me lo saca”, según el editorial, que incendió las redes e indignó a los propios periodistas de La Nación.

El debate nos obliga a recordar la realidad, y no a manipularla: una ley del aborto no obliga a abortar a quien no quiera hacerlo. Ni a la niña de 14 que su tía “olvidó” en casa de un chico que algo habrá tenido que ver. Ni a la niña de 13 abusada. Es el statu quo inmovilista el que sí ha obligado, sin embargo, a dar a luz a una niña de 12 años que no quería ser madre.

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