Las grasas, sobre todo las consideradas más saludables, son imprescindibles para mantener una salud óptima, pues además de proporcionarnos energía, tienen importantes funciones dentro del organismo, como la absorción de determinadas vitaminas, estructurales al formar parte de la membranas celulares o precursores hormonales.

Dentro de las grasas, que se aconseja que representen entre un 20 y un 35% de nuestras calorías diarias, existen unas que son especialmente relevantes para la salud humana. Se trata de los conocidos como ácidos grasos esenciales (AGE), un grupo de nutrientes que no pueden ser sintetizados por el organismo y deben obtenerse a través de la alimentación. Puesto que realizan funciones esenciales en nuestro organismo, su déficit puede ocasionar varios trastornos. Para evitarlo, la OMS recomienda que nuestra ingesta diaria de ácidos esenciales represente entre un 6 y un 10% de las calorías de nuestra dieta.

Los ácidos grasos esenciales son básicamente dos familias: la serie del ácido linoleico (AL) y la del ácido alfalinolénico (ALA). Estos son ácidos son, a su vez, precursores de los dos ácidos grasos poliinsaturados más abundantes en los mamíferos, que son el Omega 3 y el Omega 6. El ALA es el progenitor del Omega 3 y el AL del Omega 6, de ahí que a menudo se hable del Omega 3 y el Omega 6 como ácidos grasos esenciales, aunque esté formados por más tipos de ácidos grasos, como el DHA, el AA o el EPA. Puesto que los ácidos grasos esenciales no pueden sintetizados por el organismo, tenemos que ingerirlos a través de alimentos ricos en Omega 3 y Omega 6, y además hacerlo de forma equilibrada y proporcional entre uno y otro.

Los ácidos grasos esenciales tienen un papel fundamental en muchas funciones de nuestro organismo. A grandes rasgos, son necesarios para:

•El desarrollo y mantenimiento de una correcta función cerebral, tanto durante la gestación como a primera infancia.

•Tener y conservar una buena visión, pues es esencial tanto para su correcta formación como para conservar las mucosas que protegen los ojos.

•Forman parte de las membranas celulares y, por tanto, contribuyen a la permeabilidad celular y otras funciones celulares.

•Una correcta respuesta inmunitaria e inflamatoria

•Conservar la salud de la piel, sobre todo cuando se expone a situaciones de estrés, como quemaduras, pérdida de elasticidad o sequedad.

 » Más información en 20minutos.es