La crisis del coronavirus ha propiciado la chispa que le faltaban a las cárceles italianas para estallar debido a su crónica masificación y sus pésimas condiciones de vida. En los centros penitenciarios de Módena, Frosinone, Nápoles y Foggia se registraron ayer violentos motines en los que, al parecer, los presos exigían medidas para protegerles de la epidemia pero protestaban contra la suspensión de las visitas de los familiares, una decisión adoptada precisamente para tratar de evitar que la enfermedad entre en las cárceles. Según los datos del pasado 30 de junio, son más de 60.500 los detenidos en las 190 prisiones italianas, que tienen capacidad para 50.500 personas. La tasa de masificación es de casi el 120%, aunque en algunos centros supera el 200%.

Una de las protestas más violentas fue la de Módena, donde dos agentes resultaron heridos leves, y los detenidos se hicieron fuertes en un módulo, del que en la tarde del domingo se levantaba una columna de humo. Módena es una de las 14 provincias que, junto a la región de Lombardía, se encuentran dentro de la zona donde rigen las mayores restricciones para la circulación de personas debido a la expansión de la epidemia. En Frosinone alrededor de un centenar de presos ocuparon toda un área de la cárcel, donde se hicieron fuertes. Matteo Salvini, líder de la oposición, aprovechó la serie de motines en las prisiones para criticar al Gobierno, preguntándose «si encontrará el tiempo para ocuparse» de los agentes de la Policía penitenciaria, a los que mostró su solidaridad. «La emergencia del coronavirus no debe ser la excusa para abrir de par en par las puertas de las cárceles», comentó el líder de la Liga.

Los sindicatos de Policía relacionaron las protestas con los problemas crónicos que sufren las prisiones. «Que no se diga que lo que está pasando es por el coronavirus, sino con el coronavirus», subrayó Gennarino De Fazio,

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