El paradigma amoroso ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas, en gran medida como consecuencia de la legitimación social y legal de las relaciones homosexuales y la conquista de los derechos de las mujeres. El tiempo del ama de casa con la pata quebrada se ha acabado y se imponen modelos nuevos que mejoran la salud mental de las personas implicadas. Entre ellos, la experiencia de la no convivencia.

Entre las nuevas experiencias amorosas que se han instalando en la sociedad en los últimos años el poliamor se ha llevado gran parte de los titulares, bien por controversia bien por miedo a qué podría suponer esta nueva práctica en el terreno de las relaciones estables de pareja. Se trata de relaciones no monógamas en las que debe existir un acuerdo lógico entre ambas partes.

Una vez que parece que se ha desinflado la polémica sobre el poliamor, la propia evolución de la sociedad va marcando nuevos interrogantes y nuevas dinámicas sobre la forma más sana de mantener una pareja. Aquí entraría la no convivencia, cuya práctica adopta siglas que provienen de un anglicismo: LAT o Living Apart Together. Esto es, el compromiso y la relación estable existen, pero no bajo un mismo techo.

Beneficios de no convivir con tu pareja

La convivencia es una circunstancia que puede alimentar positivamente la relación,

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