Hace menos de una semana se notificó el primer caso confirmado de coronavirus con la variante B.1.1.529, denominada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como ómicron. Esta nueva cepa detectada en Sudáfrica ha sido calificada por el organismo internacional como «preocupante» por el riesgo global que supone.

Al igual que ocurre con el resto de virus, el SARS-CoV-2 original ha sufrido mutaciones a lo largo de estos meses, algunas de las cuales han sido consideradas de interés o preocupantes. «La mayoría de los cambios tienen escaso o nulo efecto sobre las propiedades del virus, pero algunos cambios pueden influir sobre algunas de ellas, como por ejemplo su facilidad de propagación, la gravedad de la enfermedad asociada o la eficacia de las vacunas», apunta la OMS.

En este sentido, ómicron se ha convertido en la quinta variante calificada como preocupante por la OMS, que vigila y monitoriza la evolución de la cepa original desde enero de 2020. Así, a finales de ese mismo año, el organismo empezó a utilizar las categorías «variante de interés» (VOI) y «variante preocupante» (VOC) para hacer un seguimiento del virus a escala mundial y orientar la respuesta a la pandemia.

Asimismo, el grupo de expertos designado por la OMS emplea denominaciones basadas en el alfabeto griego para designar a las variantes y evitar de esta manera una estigmatización con el país de aparición.

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