El anuncio por parte del Ministerio de Igualdad de que incluirá la violencia obstétrica en la próxima reforma de la ley del aborto ha generado un gran revuelo en torno a este concepto. Mientras que ciertos sectores acogen el cambio con júbilo, argumentando que incide en los esfuerzos para erradicar el machismo, buena parte de los profesionales del ámbito se han manifestado en contra, esgrimiendo que están siendo criminalizados.

Aunque pueda parecer algo novedoso, lo cierto es que el término ‘violencia obstétrica’ es de hecho muy antiguo: como tarde, aparece en una conferencia de 1827 en Londres recogida en la revista médica The Lancet. En ella, James Blundell critica algunas prácticas que por aquel entonces eran comunes en los paritorios británicos («tremendas laceraciones, inversiones del útero», cita Blundell), como probar técnicas experimentales con graves secuelas en mujeres sin siquiera informarlas debidamente.

De hecho, Blundell ataca duramente el ansia por intervenir de muchos de sus colegas, y aboga por permitir, en la medida de lo posible, que el parto se desarrolle de forma natural y sólo actuar cuando la situación así lo exija.

Esta crítica se perpetuó durante años, aunque de forma relativamente minoritaria, en boca de muchos profesionales de la obstetricia. Sin embargo, fue el advenimiento del movimiento feminista el que poco a poco logró sacar estas ideas del mundo puramente académico para trasladarlas al debate colectivo.

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