Todos sabemos que el cerebro es, posiblemente, el órgano más importante para la vida humana; como tal, todas las enfermedades que afectan a esta parte del cuerpo deben ser motivo de gran preocupación, ya que pueden causar la muerte o dejar secuelas graves si no se actúa a tiempo. Este es el caso de la meningitis.

La meningitis consiste en la inflamación del líquido y las membranas que rodean el cerebro (que se llaman meninges) y la médula espinal. Es poco frecuente, pero cuando se da es potencialmente letal y puede provocar lesiones graves en el cerebro y en otros órganos. Además, su progresión es muy rápida.

Aunque puede afectar a cualquier persona, es más común que se produzca en niños o en personas inmunodeprimidas.

En la mayoría de los casos, se produce por infecciones: las más habituales son las víricas y las bacterianas, pero también pueden ser por hongos, protozoos, platelmintos (gusanos planos, como la tenia) o nematodos (gusanos). No obstante, también pueden provocar meningitis algunos fármacos y sustancias, así como ciertas enfermedades autoinmunes.

Aunque los síntomas pueden variar en función de la causa de la meningitis, a grandes rasgos existe un cuadro más o menos característico que puede ayudar a identificarla.

En un primer momento,

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