La píldora contraceptiva femenina existe desde la década de los 60 y, seis décadas después, la masculina aún no ha llegado.

De hecho, en los últimos años han sido varios los investigadores y fabricantes que han ido anunciando avances en este sentido, algunos muy prometedores. Pero el caso es que la revolución de los anticonceptivos no termina de llegar.

Investigación interrumpida

Para los varones, en la mayoría de los países del mundo sólo hay dos métodos disponibles: el condón masculino (método de barrera) y la vasectomía (método quirúrgico). Estos tienen dos grandes desventajas, respectivamente: en el primer caso, se trata de una opción que para algunas personas disminuye el placer y la comodidad de las relaciones sexuales, por lo que tiende a generar cierto rechazo especialmente en parejas monógamas (hay que tener en cuenta que a día de hoy sigue siendo la mejor protección frente a las enfermedades de transmisión sexual) y en el segundo que en algunos casos deja poco lugar a la reversión de la decisión (normalmente, eso sí, se trata de un proceso que sí es reversible mediante otra operación).

En realidad, los primeros ensayos clínicos sobre métodos anticonceptivos farmacológicos comenzaron en la década de los 70, pero se descontinuaron por varias razones (entre otras, se consideraron poco viables comercialmente porque se consideró que las mujeres tolerarían mejor los efectos secundarios asociados).

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