Hombres y mujeres tienen más similitudes que diferencias, pero se sabe que muchas enfermedades no se distribuyen por igual entre los dos sexos. Las enfermedades mentales son un caso evidente. Las mujeres suelen recibir más diagnósticos de estrés postraumático, depresión o trastornos de ansiedad mientras los hombres suelen sufrir más de hiperactividad, esquizofrenia o autismo. En el inicio de la era de la medicina personalizada, entender esas diferencias será necesario para mejorar la prevención y los tratamientos, aunque como reconocen algunos expertos, pronunciarse sobre estas diferencias puede resultar polémico. El reconocimiento de diferencias innatas en los cerebros de hombres y mujeres, aunque solo sea hablando en términos globales y se recalque que dominan los rasgos comunes, puede entenderse como un intento de justificar y perpetuar desigualdades históricas.

En realidad, como suele suceder en todos los ámbitos, desligar lo biológico de lo social es complicado, porque la sociedad es fruto de la naturaleza humana y los cambios sociales pueden transformar la biología. Los paleoantropólogos plantean, por ejemplo, que fue la selección de machos más dados a la cooperación y a cuidar de sus crías por parte de las hembras lo que impulsó la evolución humana hacia la aparición de hombres con colmillos más pequeños y músculos menos potentes, pero más dotados para la interacción social.

“El dimorfismo sexual [las diferencias entre sexos] es algo que existe en muchos animales y también se da en el ser humano”, explica Eduard Vieta, director científico del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM). “Algunas diferencias son susceptibles de ser cambiadas a nivel cultural y otras menos. Por mucho que entrene una mujer el levantamiento de peso, no va a lograr los mismos resultados que un hombre que entrene lo mismo”, añade. “En lo que se refiere a la conducta humana, la discusión está en ver qué proporción de las diferencias que se observan tiene un origen cultural y cuál viene de la biología. Algunos de los mecanismos son biológicos, sería un error atribuir todo a cuestiones culturales”, continúa. “Hay una biología distinta a nivel hormonal, y por ejemplo, la exposición a la testosterona durante la adolescencia puede hacer que un hombre sea más violento”,

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