Vamos a la pescadería y la persona que nos atiende mete el ticket de la compra dentro de la bolsa donde están las merluzas que hemos comprado. Un gesto que probablemente todos hemos vivido y con el que el catedrático de Radiología en la Universidad de Granada, Nicolás Olea, se lleva las manos a la cabeza porque el papel con el que se elabora la mayor parte de los recibos contiene un elemento dañino para la salud y el medio ambiente: el bisfenol A (BPA), una sustancia que afecta sobre todo a las mujeres embarazadas ya que puede provocar, entre otras cosas, malformaciones en los fetos y contaminar las partidas de papel reciclado.

“Es un disruptor endocrino (que afecta al equilibrio hormonal) primo del dietilestilbestrol (DES), un compuesto que se utilizó durante los años 50 para tratar a mujeres embarazadas en riesgo de sufrir un aborto y que se dejó de usar porque se descubrió que causaba cáncer”, explica Olea. El BPA, mientras tanto, “se limitó al ámbito industrial para sintetizar plásticos, pasando desapercibidas sus consecuencias”, asegura el experto. Al menos hasta el año 1995, cuando Olea y su equipo publicaron un estudio en el que concluían que las latas de alimentos en conserva contenían este químico en su interior.

Desde entonces, son muchas las investigaciones que han llevado a cabo y que han ido desvelando la gravedad del problema: “En el 96 supimos que también estaba en los dentífricos; en el 98, en los biberones; y, el año pasado (2018), que el 100% de las personas —adultas y menores— lo tiene en su orina por el contacto con materiales como el papel térmico con el que se elaboran los tickets de la compra”, asegura Olea, quien añade que no podemos considerar normal evacuar plástico.

A diferencia del caso de los biberones, donde la sustancia solo cede cuando se hierven, el problema con los tickets es que “es de los pocos productos donde el BPA está libre y no polimerizado, salvo en la tinta”,

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