La pista de hielo convertida en esta crisis sanitaria en la gran morgue de Madrid da su nombre al Palacio de Hielo, un gran centro comercial y de ocio levantado en la calle Silvano, a solo tres kilómetros del hospital de campaña con 1.500 camas montado en Ifema, la feria muestras de Madrid. Decenas de establecimientos (tiendas de deporte, de moda y accesorios, zapaterías, perfumerías, farmacia, restaurantes, locales de comida rápida, cines, bolera, gimnasio, piscina climatizada, recreativos…) convierten el Palacio de Hielo en un hervidero de familias y jóvenes que hasta hace diez días invertían allí largas horas del fin de semana.

Su pista de hielo, una instalación de 1.800 metros cuadrados con una bóveda de 16 metros de altura y con un aforo de 1.800 personas, incluyendo las gradas, es la joya de la corona. Los fines de semana se llenaba de gente con distinta pericia que se calzaba sus patines y se lanzaba al hielo. También era un lugar habitual de celebración de cumpleaños de niños y adolescentes. Además las tardes de lunes a viernes, alumnos de entre los 5 y los 18 años recibían clases de patinaje en distintos niveles, así como de hockey o curling.

El shock para estos chavales por el nuevo uso del lugar donde entrenaban hasta hace muy poco ha sido brutal. «Papá, ¿es verdad que van a llevar a los muertos por coronavirus a la pista de hielo?». Preguntas de este tipo se están sucediendo en las últimas horas en muchos hogares madrileños donde viven escolares que acudían a las clases en el Palacio de Hielo, en cuya parte trasera existe una entrada directa a la pista que permite introducir los ataúdes de una manera más discreta que por el acceso principal del centro comercial. Una de estas alumnas es Raquel, una adolescente de 14 años confinada en su casa, situada a solo 200 metros del centro comercial.

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