Tomar consciencia de nuestro estado de anímico nos ayuda a gestionar las emociones y expresiones con las que reaccionamos ante determinadas situaciones que se nos plantean a diario, es decir, determina nuestra actitud ante la vida. Podemos mejorar nuestro estado de ánimo mediante hábitos sencillos y aprender a observar las circunstancias que se nos plantean desde diferentes puntos de vista, desarrollando un importante crecimiento personal.

El estado anímico no depende únicamente de las diferentes situaciones que podemos encontrarnos, también obedece a los pensamientos, es por ello que existen personas deprimidas y tristes en un ambiente aparentemente favorable, y viceversa.

¿Cómo repercute en mi vida un estado de ánimo bajo?

La personalidad, la cultura y el contexto socioeconómico en el que nos encontremos son factores que pueden hacernos llegar a sentir tristes.

Un estado de ánimo negativo queda reflejado en la salud de la piel, la percepción del hambre y la saciedad, e incluso en los niveles de presión arterial.

Un estudio liderado por Andrés Vázquez Machado, determinó que habitualmente los pacientes con depresión padecen hipertensión arterial, así como una mala adaptación a la medicación destinada a regular la presión arterial.

La tristeza extendida en el tiempo puede derivar en depresión. Según la OMS este trastorno mental afecta anualmente a más de 300 millones de personas en el mundo.

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