Al Estado de Georgia se lo conoce como el Hollywood del sur. Sus generosos recortes de impuestos a las producciones cinematográficas y televisivas desde 2008 lo han convertido en el escenario de exitosas películas como Black Panther y Avengers: Infinity War; y un extenso catálogo de series que incluyen The Walking Dead y Stranger Things. Sin embargo, la estrecha relación que han sembrado el Estado y la industria audiovisual desde hace una década está bajo amenaza desde que el gobernador Brian Kemp firmó a principios de mes una ley que prohíbe el aborto después de detectar el latido del corazón del feto. Varios productores desecharon volver a grabar en el Estado hasta que exista la garantía de que las “libertades civiles de las mujeres no se verán afectadas”. Netflix dijo a The Variety que de entrar en vigor la nueva normativa —debería hacerlo en enero de 2020— la plataforma de streaming “repensaría toda la inversión en Georgia”.

Cuando las producciones de cine y televisión generan 2,7 mil millones de dólares en ingresos al año, es difícil ignorar la posición de la industria del entretenimiento. En 2016 los legisladores de la conservadora Georgia aprobaron un proyecto de ley de que permitía a las organizaciones religiosas rechazar el proveer servicios sociales, educativos o de caridad a quienes violaran sus creencias, lo que se entendió como la pavimentación de la discriminación contra los homosexuales. Disney y Marvel alzaron la voz: sacarían sus equipos del Estado si daban luz verde a la ley de “libertad religiosa”. El gobernador de entonces, Nathan Deal, vetó la iniciativa. El año pasado el Congreso estatal discutió un proyecto de ley que permitía a las agencias de adopción rechazar a las parejas homosexuales basándose en sus creencias religiosas. Hollywood nuevamente sacó la carta del boicot bajo la manga y el documento ni siquiera llegó al escritorio del gobernador.

La presión en el caso del aborto tiene menos fuerza porque no existe unanimidad dentro de la industria,

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