Se acerca el mediodía en Melbourne, y pese a que tenga dolor –arrancó el año con una periostitis– y en los tres últimos días le haya visitado la fiebre, Paula Badosa (Nueva York, 22 años) luce una sonrisa de oreja a oreja y departe con gusto en la sala de entrevistas de Melbourne Park. Acaba de vencer por 6-1 y 6-0 (en 57 minutos) a Johanna Larsson, una combativa veterana que ocupa el puesto 39 del circuito, y de lograr así su primera victoria en un Grand Slam. “Es superespecial, porque llevaba mucho tiempo esperando este momento. El año pasado me pudieron las ganas y no pude pasar esta barrera, y en este me había mentalizado muy bien. Me ha salido un partido muy, muy bueno”, dice la tenista.

Atrás quedan mil fantasmas.

Uno de ellos, seguramente el peor. El miedo. “De repente, caí en picado. Se generaron unas expectativas demasiado elevadas en torno a mí. Se decía que era la próxima Garbiñe, la siguiente Sharapova… Y, al final, ellas son grandes jugadoras que han ganado Grand Slams, y yo tenía solo 17 años”, cuenta a este periódico, refiriéndose a su conquista del Roland Garros júnior y, en consecuencia, el teórico lanzamiento. Teórico, porque la realidad deportiva acostumbra a devorar promesas.

“Me decían que al año siguiente ya debía estar entre las top, y yo no estaba preparada para asumir todo eso. No tuve un entorno fácil, no me benefició. La gente me metió muchas cosas en la cabeza y la situación me vino muy grande, porque al final yo era muy joven”, prosigue; “hasta entonces no me conocían, y a partir de ahí parecía que tenía que ganar todos los partidos. Fue muy duro, me generó mucha ansiedad; me inflaron la cabeza y al final sufrí una depresión”.

Lo cuento porque  se sufre mucho en silencio. Quiero normalizarlo

Hija de modelos, Badosa nació en Nueva York –aunque decidió jugar por España– y empezó a empuñar la raqueta a los siete años en Platja d’Aro (Girona),

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