En España, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, más de dos millones de personas, el 5,5 % de la población, toma ansiolíticos a diario. Se trata de una cifra muy elevada teniendo en cuenta que es una de las más altas de Europa, que se ha duplicado en los últimos 20 años y que llega incluso a triplicar la de países como Alemania o Gran Bretaña.

Sin embargo, este tipo de medicamentos, especialmente las benzodiacepinas, los ansiolíticos más utilizados, no deben consumirse a la ligera, pues, a la larga, pueden provocar más problemas de los que resuelven a corto plazo. Un uso racional, puntual y siempre siguiendo estrictamente las indicaciones del médico son la clave para evitarlo.

Como su propio nombre indica, los ansiolíticos son medicamentos que se prescriben en caso de ansiedad, un trastorno que puede ser puntual o crónico y que suelen producir una serie de síntomas tanto físicos como psíquicos, sobre todo nerviosismo, insomnio, mareos, hipertensión, náuseas, cefaleas…

Cuando este malestar en tal que interfiere de manera significativa en nuestra vida diaria, los ansiolíticos son de gran utilidad, porque actúan sobre el sistema nervioso y el cerebro ralentizando su actividad de manera casi inmediata.

Existen varios tipos de ansiolíticos, pero los más utilizados son las benzodiacepinas y sus derivados -especialmente Lorazepam, alprazolam y diazepam-, que son muy eficaces a dosis muy bajas y, si no se consumen dosis altas, no provocan graves efectos secundarios más allá de la somnolencia.

Además de para la ansiedad, los ansiolíticos también pueden utilizarse para tratar otros trastornos, como fobias, trastornos del sueño, esquizofrenia o el síndrome de intestino irritable, entre otros.

Estos medicamentos deben consumirse siempre bajo prescripción médica y durante periodos de tiempo cortos -4 o 6 semanas- y nunca más de 12.

El mayor problema de los ansiolíticos es que, debido a su acción rápida, pueden producir adicción muy rápidamente y dependencia, lo que provoca que dejen de hacer efecto y se requieran de mayores dosis para conseguir paliar los síntomas. Por eso no se recomienda su uso habitual y siempre siguiendo estrictamente las indicaciones del médico en cuanto a dosis y tiempo de tratamiento.

Además, los ansiolíticos pueden ayudar a sobrellevar determinadas situaciones, pero no acaban con los problemas que la causan. Por eso,

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