Ese aire, explica Marciano Sánchez Bayle, pediatra y portavoz de la Federación, “hace daño desde antes de nacer y durante toda la vida” y es “algo que se va agravando con el tiempo, la contaminación es dañina siempre”. Según el médico, a corto plazo, lo único que se puede hacer es “huir” de las zonas más contaminadas: “No hay otra posible”. Y eso hace Consuelo Díaz-Maroto, una mujer de 71 años enferma de EPOC —enfermedad pulmonar obstructiva crónica— que se marcha de vez en cuando hasta su pueblo, a 120 kilómetros de Madrid, para poder respirar. Ella es una de las personas que cuentan aquí cómo viven, conviven o malviven con la contaminación.

Romeo Hidalgo, 10 años, asmático: revisar a diario la calidad del aire

Romeo Hidalgo en una imagen cedida por la familia.Romeo Hidalgo en una imagen cedida por la familia.

El pequeño Romeo Hidalgo se llevó un gran susto hace cuatro años cuando salió de una exposición en el Museo Thyssen. Su madre, Raquel Núñez, cuenta que cuando empezaron a caminar por el Paseo del Prado Romeo empezó a tener pitos, un término que usan para describir los sonidos que hace su pecho cuando le cuesta respirar. Los labios se le pusieron pálidos y llegó al coche, a 10 minutos, casi sin respiración. En urgencias del hospital se encontró con otros niños asmáticos, una escena habitual en los días de alta contaminación.

Tras aquel episodio la familia ha tenido extremo cuidado y evitan ir a Madrid cuando el aire no es sano. De hecho, viven en Cubas de la Sagra, un pequeño pueblo 31 kilómetros al sur de la ciudad de Madrid, justamente para cuidar de la salud de Romeo y su hermano mayor, también asmático. Ahora miran a diario en una aplicación del teléfono cómo de recomendable es salir al exterior o visitar la capital. Cuando Romeo tiene muchas ganas de ir a un evento cultural en Madrid se pone una mascarilla. “Lo que para una persona sana puede ser un día normal, para ellos puede ser catastrófico”, dice Núñez. Las declaraciones de Ayuso les han indignado.

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