“¡Bien, sin ruidos!”. Brazos en alto, Hugo, de 10 años, ha gritado de manera espontánea al llegar a la zona de las atracciones de la Feria de Sevilla, denominada la calle del infierno y que soporta el mayor nivel de ruido de esta multitudinaria fiesta. Este lunes, por primera vez en sus 173 años de historia, la celebración primó el silencio sobre la música a toda pastilla durante cuatro horas, para que los jóvenes con Asperger (un tipo de autismo) disfrutaran de los coches locos, la noria o el barco vikingo. La costumbre de estos niños con hipersensibilidad es evitar la feria por su ruido atronador, luces cegadoras, multitudes y empujones que saturan su capacidad sensorial y les impele a refugiarse en casa.

Hoy se rompió esa rutina excluyente y la idea parece que ha calado y se exportará a otras ferias como Murcia, Ceuta o Jerez de la Frontera. Las personas autistas son unas 450.000 en España, según el Ministerio de Sanidad.

La secuencia emulaba a las películas de ciencia ficción que a ratos suprimen los diálogos y la música o solo incluyen ecos lejanos para primar el desconcierto del espectador. Se oían raíles, amortiguadores, risas y gritos de niños a una distancia sideral de los 60 decibelios que a veces alcanza la música ambiente, a la que se suman las alarmas y sirenas continuas para llamar la atención de los visitantes. Tanto ruido y luces —hoy amortiguadas por el día soleado— aturdía a estos niños con hipersensibilidad.

“El ruido abruma a nivel físico, tienes sudores fríos y sientes una opresión, como si algo te empujara, noto que me duele el oído, describe Roy Gil. Este joven diagnosticado de Asperger relata la cantidad de veces que acudió a la feria y regresó sin poder soportarlo: “Quieres ir para estar con tus amigos, pero sabes que tantos estímulos te van a dejar fuera de onda. Mi experiencia ha sido agridulce. Esto [la iniciativa de eliminar el ruido cuatro horas] parece una medida pequeña, pero permite organizarse a mucha gente”. Y añade: “Hacer ruido tiene la intención de llamar la atención,

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