A estas alturas, prácticamente todo el mundo ha oído hablar del coronavirus. Incluso aunque el germen no haya llegado a su país o a su imaginación, ya se ha convertido en una especie de lienzo en blanco sobre el cual se puede proyectar cualquier cosa, desde nuestros más profundos temores hasta los prejuicios y los estereotipos sobre Oriente. Parece como si todo lo que estaba reprimido volviese con un virus que ya está modelando la imaginación popular —y hasta apocalíptica— del año 2020.

Pero precisamente cuando se nos bombardea con imágenes distópicas de ciudades, aeropuertos y cruceros en cuarentena, y el pánico y la paranoia cunden rápidamente, es cuando tenemos que pararnos y reflexionar. El brote de un virus suele ser el mejor indicador universal del funcionamiento de nuestras sociedades. Si los sueños son, en palabras de Freud, la “vía regia hacia al inconsciente”, un fenómeno global como la aparición de un patógeno es la vía regia hacia el inconsciente mundial.

A la vista de la fantasía popular sobre el coronavirus, vale la pena hacer una relectura crítica de La muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann publicada originalmente en 1912 en la que una misteriosa enfermedad contagiosa (que más adelante se revela que es cólera) se propaga por el “paraíso” turístico. Aschenbach, protagonista de la historia, se entera al final de que ese “horror de la diversidad” (la caracterización prejuiciosa hacia Oriente la hace el propio Thomas Mann) surgió en la India y se propagó por Asia hasta alcanzar el Mediterráneo y Venecia. La novela también insinúa que en las islas de Brioni (actualmente Croacia) y en Venecia se estaba sometiendo a cuarentena a los infectados.

Efectivamente, Venecia fue una de las primeras ciudades en perfeccionar un sistema de aislamiento marítimo, e Italia tiene una larga historia de confinamientos sanitarios, utilizados en principio para acordonar a las personas que pudiesen ser portadoras de una enfermedad, pero pronto convertidos en un sistema para evitar que los extranjeros, los grupos minoritarios,

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