Todos mentimos. Todos. No hay nadie que no mienta, no existe un alma pura que no lo haya hecho alguna vez. Hay estudios que avalan que los extrovertidos son más propensos a mentir que los introvertidos y que los hombres mienten algo más que las mujeres, pero mentir, mentimos todos. Las mentiras sexuales empiezan en la adolescencia. La propia inseguridad hace que se fabule sobre hazañas que, ni de lejos, se practican. Las mujeres mentimos sobre nuestra vida sexual para minimizar el impacto de que sepan cómo somos. No admitir una orientación sexual es solo una de ellas, a eso añadan que intentamos parecer mucho menos sexuales de lo que somos. Deseamos y se nos permite desear, pero no se nos consiente manifestar cuánto deseamos. Cuanto menos sexuales parezcamos las mujeres, mejor. El adulterio fue delito hasta 1978, siendo un crimen que solo cometíamos nosotras. Tuvo que decir la Constitución que éramos iguales a los hombres para que se cambiara el Código Penal. Como para pasear la promiscuidad tan alegremente como ellos. Mejor mentir. Las mentiras masculinas van justo en el sentido contrario: los hombres mienten sobre el número de amantes y prácticas realizadas. Cuantos más mejor. El prototipo de “macho” exige a los varones saberlo todo de sexo y ser folladores natos. Tan natos que les presuponemos sapiencia de serie. (Y aquí risas).

Sexo, mentiras y cintas de vídeo

Guillermo Blanco Bailac, psicólogo clínico, señala la inseguridad y la autoestima como los pilares sobre los que se construyen las mentiras sexuales. Se eliminan o añaden amantes y prácticas sexuales al currículum sexual porque tenemos miedo de decepcionar a los que nos escuchan. “Creemos que si no mentimos podemos decepcionar a nuestra pareja sexual. La idea puede ser agradar a esa pareja, impresionar, pero sobre todo lo que buscamos es el reconocimiento externo. Buscamos la aprobación continua a través de estas hazañas sexuales imaginadas”. Pero también hay un componente de deseo de que lo que imaginamos sea realidad, “llegamos a creernos nuestras propias mentiras, lo que provoca una ruptura importante con la realidad”.

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