Ni la medida responde a la proporcionalidad que vienen exigiendo los organismos de salud internacionales ni se considera, hoy por hoy, una garantía de respuesta «eficaz». El cierre de fronteras en la Unión Europea o la implantación de controles más rigurosos entre socios del club continúa sin formar parte del protocolo para contener la propagación del Covid-19. «El virus no se para en las fronteras», subrayaron este jueves fuentes comunitarias, que insisten en que detener a un paciente sospechoso de portar la enfermedad en un control y obligarle a darse la vuelta «lo único que consigue es la propagación en otras zonas».

Así que el Ejecutivo comunitario continúa volcado en que sus mensajes carguen todo el peso en tres términos fundamentales: tranquilidad, prevención y coordinación «entre el país de origen del (supuesto portador de la enfermedad) y los países vecinos». La misma munición verbal que emplea desde el estallido de la crisis en China y que ha reforzado con especial intensidad, tras detectarse el brote del virus en Italia.

Bajar las barreras en el espacio Schengen, que comparten 26 socios en los que los que las barreras están levantadas, se percibe más como una iniciativa de respuesta política para contener situaciones extremas de miedo, que efectiva para neutralizar al virus. «Lo mejor es ajustarse a los protocolos de respuesta establecidos, como la cuarentena e insistir en las medidas básicas de prevención», como lavarse las manos con frecuencia, utilizar pañuelos desechables y estornudar o toser en la parte interior del brazo formando un ángulo de barrera a la altura del codo. Porque ni tan siquiera las mascarillas «se pueden considerar plenamente eficaces».

«La clave es identificar los casos lo antes posible y proceder al aislamiento», subrayan fuentes comunitarias que apuntan directamente a puertos y aeropuertos; los espacios que registran miles de movimientos de personas a diario en los que «es posible reforzar las medidas de vigilancia y control».

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