Según estadísticas recientes, el Washington Post, el New York Times y el Wall Street Journal publican un total combinado de 1.000 noticias al día. El informe no dice cuánta gente las leerá todas, pero no es arriesgado suponer que nadie lo consigue.

Es probable que todos pasemos por alto decenas de miles de noticias importantes al año. Pero la noticia más grande que pasó inadvertida en 2019 ocurrió el 10 de octubre en un salón de conferencias en Lyon (Francia), donde una asamblea de funcionarios públicos, dirigentes empresariales y filántropos comprometió 14.000 millones de dólares para una organización llamada Fondo Mundial.

A la mayoría de las personas el nombre de esta organización no les dice mucho, hasta que lo oyen completo: Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Se creó poco después del inicio del nuevo milenio, cuando cientos de miles de niños morían de enfermedades evitables. La crisis del sida estaba en su apogeo; un medio describió el virus como una “guadaña maligna” que segaba el África subsahariana. Hubo quien predijo que su difusión imparable llevaría al derrumbe de países enteros. Era una crisis internacional y demandaba una respuesta internacional.

Quien era entonces secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, planteó al mundo una serie de metas concretas relacionadas con reducir la pobreza y las enfermedades: los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Y para alcanzarlos instituyó el Fondo Mundial.

El Fondo calcula que los 14 000 millones de dólares permitirán reducir de nuevo a casi la mitad los índices de mortandad de las tres enfermedades de aquí a 2023

El Fondo se pensó como un nuevo tipo de emprendimiento multilateral (no una mera coalición de gobiernos) y convocó a socios de los sectores empresarial y filantrópico, incluida la entonces recién creada Fundación Bill y Melinda Gates. Esta modalidad inclusiva hizo posible el aprovechamiento de una gama de experiencia más amplia.

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