Que la actividad física regular está asociada con un menor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer no es algo nuevo. Por ejemplo, se demostró que las mujeres que hacían deporte con regularidad tenían un menor riesgo de desarrollar un tumor de mama. Pero la relación entre deporte y cáncer no había sido descrita de forma más amplia y, especialmente, no se había cuantificado cuánto tiempo ni a qué intensidad era necesario ejercitarse para contrarrestar el riesgo de padecer esta enfermedad.

Ahora, un grupo de investigadores del National Cancer Institute, la American Cancer Society y el Harvard Chan School, lo ha hecho a través del análisis de los hábitos y el estado de salud de 755.000 adultos (un 53% mujeres) y ayer publicaron sus conclusiones en el Journal of Clinical Oncology. «En comparación con no hacer nada, la actividad física en la cantidad recomendada se asoció con un riesgo significativamente menor de siete tipos de cáncer», afirman.

Estudiaron 15, pero solo obtuvieron resultados relevantes en el de mama, el de colon, el de riñón, el de hígado, el linfoma no Hodgkin en mujeres, el de endometrio y el mieloma. Y más importante aún –el verdadero objeto del estudio–, han actualizado la pauta que debe ser seguida para que la actividad física tenga un efecto en este sentido. Así, hay que aspirar a realizar entre 2,5 y 5 horas a la semana de actividad moderada. Si se ejercita de forma vigorosa es suficiente con entre 1,25 a 2,5 horas.

Por actividad moderada entendemos, por ejemplo, caminar a paso rápido (al menos 5 km/h). Pero se puede ser más preciso ahora que se han popularizado las pulseras de actividad que miden cuántas calorías se queman en función de las características físicas de su usuario, tanto en reposo como durante el ejercicio. La regla que usaron los investigadores es la siguiente: intensidad moderada es aquella que te hace quemar de tres a seis veces más energía que la que tu cuerpo gasta en reposo e intensidad vigorosa es la que quema más de seis veces.

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