La muerte del enfermero francés Vincent Lambert este jueves tras 10 años en estado vegetativo y una larga batalla judicial que dividió a su familia ha vuelto a poner el foco sobre el debate de la muerte digna y la eutanasia. En España, la familia de María Teresa Blanco, con una enfermedad neurodegenerativa, también se bate con el equipo médico para mantenerla con vida, pese a que los clínicos lo consideran un «encarnizamiento terapéutico». La falta de un documento de voluntades anticipadas en ambos casos, ha puesto en manos de sus respectivas familias y médicos, el final de estos pacientes. 

«Lo que deberían primar son las decisiones razonables», zanja el doctor Josep Planas (Barcelona, 1953), oncólogo y responsable de la unidad de Cuidados Paliativos del Hospital del Mar de Barcelona. El facultativo ha bregado con todo tipo de casos desde que fundó el servicio hace 27 años y reclama sentido común en las decisiones, usar las «reglas del juego» de la bioética y fomentar los documentos de voluntades anticipadas cuando hay un diagnóstico con pronóstico desfavorable.

Pregunta. ¿Qué es el encarnizamiento terapéutico?

Respuesta. Cuando tenemos un enfermo incurable, al que se le han agotado todas las posibilidades terapéuticas y se pretende continuar con un tratamiento más o menos agresivo. El encarnizamiento no conduce ni a alargar la vida ni a darle calidad de la vida.

P. ¿Dónde está el límite del encarnizamiento?

R. Decir dónde está el límite es un tema muy individual. Los hospitales suelen tener un comité de futilidad, que es el que valora si realmente vale la pena tener a un enfermo en la UCI e intentar hacer miles de procedimientos que no van a conseguir una mejora del paciente. Este comité, que es muy parecido al de bioética, es el que delimita y aconseja a los equipos asistenciales dónde continuar o dónde parar. Este comité es solo asesor, pero el servicio que lleva al enfermo, que es el responsable, acostumbra a hacerle caso. 

P. ¿El dolor y el sufrimiento marcan la toma de decisiones?

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