Tras la senda de los árboles blancos. Los brochazos de pintura alba sobre la madera de las acacias y baobabs indican el camino para llegar al poblado senegalés de Mbar Toubab. La ruta casi intuida hace pasar entre una nebulosa dispersa de tierra y arbustos que crecen aleatorios, cabras que aparecen y desaparecen, un carro llevado por un burro, altos torbellinos de arena que levantan el suelo y se cruzan vertiginosos abriéndose paso a su antojo, y sol, mucho sol, todo sol. Y viento. Al final de las dos horas de laberinto, bajo una estructura de troncos retorcidos y hojas secas, la familia Sow hace su vida cotidiana con trajines de comidas, niños, pastos, tés, huertos, ganadería, risas y rostros más serios. En un dedo Diari Sow lleva un anillo de sus ancestros de la etnia peul (pastores en su mayoría), en una piel resquebrajada en surcos secos como el sendero que conduce hasta ella. Cuenta que antes apenas trabajaba, pero ahora vive y participa de la construcción de la Gran Muralla Verde, un proyecto internacional que aspira a levantar 8.000 kilómetros de vida vegetal para frenar el desierto en el Sahel.

Plantar forraje y acacias para que coman los animales es la principal tarea de Sow y su familia. Dependiendo de las dos estaciones que se viven en Senegal, la de lluvias o la seca, las plantas estarán más verdes o más amarillas, pero en cualquier caso frena el desierto, la zona sin hierba, la degradación de la tierra, que en el planeta suma 2.000 millones de hectáreas afectadas e incide en los medios de vida de más de 1.300 millones de personas, según datos de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD). El 17 de junio se celebra el Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía para incitar a la restauración y la productividad de los terrenos y promover “una buena administración de la tierra que ayude a las personas, las comunidades y los países a crear riqueza, hacer crecer las economías y asegurar suficientes alimentos,

 » Más información en elpais.es