La tuberculosis es un asesino silencioso que viaja por el aire y que cada año penetra en más de 10 millones de personas. De ellas 1,5 millones mueren. Es la enfermedad infecciosa que más vidas se cobra. La bacteria que la provoca ha aprendido a burlar a los fármacos y ha desarrollado en muchas ocasiones variables superresistentes a ellos. Europa ha decidido dejar de ignorar esta realidad y hoy lanza el proyecto ERA4TB (European Regimen Accelerator for Tuberculosis). 200 millones de euros, 30 socios y 13 países con el objetivo de «transformar radicalmente la forma en la que se desarrolla el tratamiento para la tuberculosis». Las tres patas de esta iniciativa son la Universidad Carlos III de Madrid, la farmacéutica GlaxoSmithKline y el Instituto Pasteur.

La novedad de esta iniciativa consiste precisamente en acortar los tiempos necesarios actualmente para diseñar nuevos tratamientos. Para ello, los diferentes grupos de trabajo testarán simultáneamente una docena de moléculas potencialmente efectivas contra la tuberculosis. La meta es conseguir llevar a ensayos clínicos al menos seis nuevos antibióticos y dos combinaciones de estos que sean tratamientos seguros y eficaces contra cualquier forma de esta enfermedad.

«Si este proyecto sale bien, en cuatro años vamos a tener resultados. Hasta ahora seguimos utilizando fármacos que tienen entre 40 y 70 años de antigüedad», explica Juan José Vaquero, coordinador del proyecto y miembro del departamento de Bioingeniería e Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Carlos III. El tratamiento estándar de la tuberculosis consiste en la administración combinada de tres o cuatro antibióticos, todos ellos desarrollados hace más de 60 años. La duración mínima es de seis meses, aunque si la infección es del tipo resistente, puede alargarse hasta los dos años. «Es algo único que España vaya a liderar algo así en este campo, nunca se había visto», asegura. El dinero sale del Programa Marco de Investigación e Innovación de la Unión Europea y de la industria farmacéutica.

Vaquero apunta que el nacimiento de este consorcio científico lleva años gestándose y responde a la necesidad de que Europa tenga un papel relevante y aúne esfuerzos en la búsqueda de soluciones con Estados Unidos,

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