Hace 10.000 años, en el este de lo que hoy es Turquía, en un lugar llamado Göbekli Tepe, los humanos ya fabricaban cerveza. En aquel lugar donde grupos nómadas que aún no conocían la agricultura construyeron el que se considera el primer santuario, el consumo de alcohol formaba parte de unas prácticas religiosas que están en el origen de la civilización. Recientemente, en el otro lado del mundo, en la provincia de Sur Lípez, en el suroeste de Bolivia, se encontró una bolsa con una variada parafernalia para consumir ayahuasca y otras drogas que se empleó hace mil años. En este caso, el consumo de estupefacientes también tendría una justificación sagrada.

Es muy probable que el uso de sustancias psicotrópicas para conseguir estados de ánimo extraordinarios esté vinculado a las sociedades humanas desde su origen. Pero es seguro que desde que empezaron a usarlas, los humanos se dieron cuenta de que aquellos viajes maravillosos no eran gratis. Las intoxicaciones, las adicciones o, como mínimo, las resacas eran advertencias ineludibles. Quizá por eso, en muchas sociedades ancestrales las drogas se intentaron embridar con rituales, como se ha hecho con otros alicientes de intensidad amenazante como el sexo.

La acetilcisteína, un producto barato que se vende en farmacias, tiene cierta efectividad contra los daños del alcohol

En las sociedades modernas, los humanos siguen buscando paraísos artificiales pese a conocer con bastante precisión los efectos negativos de pasarse con la dosis. Los daños colaterales se intentan combatir sin pasar por el ritual y en el caso de la sustancia de uso más frecuente, el alcohol, cada cierto tiempo aparece alguna pócima que promete acabar con las resacas. Un ejemplo de este tipo de productos, Getaday, que se está publicitando de cara a las próximas semanas de excesos, ofrece un mejor día después a seis euros la botella de 100 mililitros. Su componente estrella, según publica la propia empresa en un comunicado, es la acetilcisteína.

Como otros productos parecidos,

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