El profesor Juan Carlos Izpisúa Belmonte (Hellín, 1960) habla con voz muy baja de asuntos de mucha altura. Transmite una tranquilidad que poco se corresponde con lo que tiene entre manos: los secretos de la misma vida. Biólogo de renombre mundial, desarrolla su labor en el Instituto Salk de California, donde junto a su equipo busca el camino para revertir el envejecimiento de las células. Cuando no han pasado dos meses desde que sorprendiera al mundo con la creación de los primeros embriones sintéticos, publica ahora un trabajo con en el que abre una nueva vía de conocimiento sobre el envejecimiento. De ambos habla durante su participación en el CNS Exeltis Day, un encuentro que reunió en Madrid a más de 350 especialistas en Psiquiatría y Neurología, entre los que destacó la participación del premio Nobel de medicina Eric R. Kandel, uno de los expertos más reputados del mundo en biología de la memoria.

–¿Qué aplicaciones tendrá haber creado un embrión de laboratorio?

–Si pensamos a muy largo plazo una posible aplicación estaría en los problemas de preimplantación del embrión en el útero. Hay más de un millón de niños que no nacen al año porque la madre lo pierde en los primeros días por una implantación inapropiada. Es una etapa muy oscura de nuestras vidas con la que hasta ahora no se ha podido experimentar porque no podemos investigar con la vida misma cuando esta empieza a aparecer. El poder sintetizar en el laboratorio embriones podría conllevar un conocimiento de ese periodo. También serviría para entender mejor cómo se forman los órganos en los estados iniciales. Tenemos un sistema de trasplantes modelo en todo el mundo, pero aún así todavía hay escasez de órganos. La demanda es mucho mayor que la donación. La posibilidad de generar órganos en el laboratorio para su trasplante  podría ser muy útil.

–¿Estamos muy lejos de llevar órganos artificiales?

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