No sabemos todavía a qué nos enfrentamos exactamente. El alcance de la epidemia es un misterio, originado por la escasa información disponible. Escasa y poco fiable, como demuestran los cambios de criterio en la cuantificación de los infectados y las sospechas respecto a la ocultación del número de casos.

No hay referencias comparativas válidas. La gripe del SARS en 2003 recortó el crecimiento chino entre un 1% y un 2% de su PIB, y el mundial, entre medio y un tercio de punto. China significaba solo el 8% de la economía mundial, mientras que ahora se acerca al 20%. La cadena productiva ha quedado interrumpida, sobre todo para las tecnológicas y el automóvil. Las materias primas, empezando por el petróleo, han visto recortada súbitamente la demanda. Es brutal el golpe al transporte aéreo y al turismo. La crisis global está casi asegurada.

Cuenta con el inconveniente adicional de una gestión oscurantista, a cargo de un régimen autoritario como el chino, que se ofrecía como modelo alternativo al capitalismo occidental en cuanto a gestión eficaz de la nueva complejidad, y con un dirigente como Xi Jinping, que ha concentrado todo el poder, y también toda la responsabilidad, en sus manos.

El autoritarismo es eficaz para construir hospitales a toda prisa o confinar a millones de personas en sus casas y ciudades, como está sucediendo en China, pero sirve de poco en un mundo globalizado con ciudadanos conectados a través de las redes sociales. Ni siquiera cuando la gestión de la crisis corre a cargo de un régimen que dedica ingentes recursos a la censura y al control.

Sin transparencia no hay confianza, y sin confianza es muy difícil gestionar una crisis originada en el contagio de una enfermedad, desde el nivel local hasta el global, en el que se implican Gobiernos, opiniones públicas e instituciones internacionales. Surgen entonces los rumores infundados, las teorías de la conspiración, la xenofobia y la epidemia del miedo, agentes excelentes para dramatizar y agravar cualquier peste.

El peor virus es el del autoritarismo. Cuando infecta a una sociedad paraliza a los responsables locales,

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