La curación, cuando se habla de VIH, consiste en la remisión del virus, algo que ha sucedido tres veces desde que se produjo el primer contagio. Una vez hace 18 años; otra hace 18 meses y una tercera hace cuatro meses. «Prefiero hablar de remisión o de reducir al máximo los reservorios del virus en el cuerpo, despertándolo cuando está en estado ‘silencioso’ para que los medicamentos lo destruyan», dice Javier Martínez-Picado, investigador del ICREA y uno de los doctores involucrados en el consorcio que realiza ensayos con los dos últimos pacientes. «Me ha sorprendido que el caso del paciente #36 tenga tanto impacto».

El caso del paciente #36 es particular. Este londinense infectado con VIH sufre una enfermedad hematológica grave, un linfoma. La quimioterapia para tratarlo no tuvo éxito. Se decidió hacer, entonces, un trasplante de células madres. En las que recibió había una mutación que inhibe la proteína CCR5 que permite que el virus entre en el cuerpo. Esa mutación la tiene una persona de cada cien.

«No siempre se puede usar este tratamiento, porque las células madres del donante deben tener la mutación y ser compatibles con el paciente», explica Martínez-Picado, durante la presentación del simposio ‘Si indivihduality’, del Centro Reina Sofía y Janssen. «Esta estrategia, tal como está diseñada, no es escalable a otros pacientes». El trabajo realizado hasta ahora por este consorcio internacional de científicos ha realizado una gran base de datos con millones de perfiles de donantes, en las que identifica también quiénes portan la mutación y «se puede acceder con rapidez, en cuestión de horas», dice Martínez-Picado. «Sin embargo, mi esperanza está puesta en la terapia genética: un autotrasplante, después de tratar exvivo los genes para eliminar la proteína». Algo que suena a futuro lejano, tanto como cuando hace diez años se buscaba que los pacientes con VIH no trasmitieran el virus y vivieran tanto como los no infectados.

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