Algunos de los riesgos a que se enfrentaba la economía española se están materializando, causando un deterioro adicional de la coyuntura. Estos últimos días la atención se ha centrado en los aranceles impuestos por la Administración Trump a los productos europeos, y que afectan sobremanera a nuestras empresas. Las restricciones se aplican a cerca de 1.000 millones de euros de exportaciones españolas, en torno al 14% del total europeo, es decir proporcionalmente más que el peso de España en la UE.

Si bien las represalias comerciales, decididas en acuerdo con la Organización Mundial del Comercio (OMC), son una mala noticia para nuestras exportaciones, en especial las de productos agrícolas, la evolución de la economía americana debería preocupar aún más. Aunque menos comentados, los últimos datos de actividad y empleo —venían precedidos por señales de nerviosismo en el mercado interbancario— apuntan a un fin de ciclo más abrupto de lo previsto en ese país, con efectos sobre la economía mundial que superan los de la guerra comercial. Extrañamente, la administración americana no parece admitir que el bache de su economía se debe precisamente a la escalada proteccionista en la que participa, si no es que la lidera. Una contradicción que sin duda nos pasará factura.

También han aparecido nuevas tendencias recesivas en el seno de nuestra economía, sobre todo porque las familias españolas han decidido moderar su gasto, para ahorrar más. En años recientes la tasa de ahorro se reducía, estimulando el consumo, uno de los motores más potentes de la expansión. Esta tendencia se ha revertido, contribuyendo a la desaceleración. No está claro si este cambio de comportamiento se debe a la pérdida de dinamismo de la creación de empleo —algo que en épocas anteriores provocaba un ahorro de precaución— o el agotamiento de la demanda que se había acumulado durante la crisis. El fin de este efecto de «demanda embalsada» podría haber provocado un repunte de la tasa de ahorro hacia su nivel normal.

El precio de la sinrazón

Todo lo anterior empieza también a repercutirse sobre las expectativas de las empresas, que anticipan tiempos inciertos en España como en el exterior y deciden frenar sus inversiones.

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