En un suburbio pobre de la capital argentina, los pantalones y la chaqueta vaquera de Cristian Molina esconden su delgadez enfermiza. Es la herencia de años de malnutrición que acabaron exponiéndolo a la tuberculosis que contrajo a principios de año. La enfermedad, compañera de la pobreza, ha vuelto al país.

Molina tiene 26 años y vive con sus padres, seis hermanos y cuatro sobrinos en el poblado chabolista de Luján, cerca de la próspera Buenos Aires. Los médicos creen que uno de los hermanos se contagió de la enfermedad en la cárcel y se la transmitió a la familia al volver a casa. Los casos de la llamada «muerte blanca», estrechamente conectada con la malnutrición y la infravivienda, han ido en aumento desde el cambio de década, en paralelo con las sucesivas recesiones y la inflación que han castigado a la tercera economía de Latinoamérica. Actualmente, el rápido aumento de los precios y la desaceleración económica están empujando cada vez a más personas por debajo del umbral de la pobreza y recrudeciendo la carencia de vivienda y el hambre. En la primera mitad de este año, la tasa de pobreza superó el 35,4% en perjuicio del presidente Mauricio Macri, que perdió las elecciones generales del pasado 27 de octubre ante Alberto Fernández.

«La tuberculosis es el efecto secundario de la pobreza», denuncia Laura Lagrutta, neumóloga argentina especializada en el tratamiento de niños infectados por la enfermedad. Según las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud, el último año se registraron en Argentina 10.320 casos de la enfermedad por contagio o recaída. Alrededor de 2010, el número de enfermos, que no había dejado de descender desde la década de 1980, volvió a aumentar.

El último año se registraron en Argentina 10.320 casos de la enfermedad por contagio o recaída

La tuberculosis, que mata cada día a 5.000 personas en todo el mundo, es una de las dolencias más mortíferas. La situación de Argentina,

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