Que el rey emérito se comió un filete, como dijo su nieta a las puertas del hospital, es algo que a muchos nos hubiera pasado inadvertido salvo por lo que suponía de indudable mejoría en una persona recién operada. Pero fue una perita en dulce para los que andan buscando argumentos grotescos que desacrediten la lucha medioambiental: muy pronto, una serie de contertulios al acecho alertaron contra todos aquellos idiotas que ponían el grito en el cielo porque el monarca se comiera un trozo de carne. Lo de siempre, esa táctica tópica, manoseada y rancia de echar mano de una anécdota y convertirla en ley. El filete del rey provocó que incluso algunos valientes columnistas declararan su intención de hundir su cara en un solomillo poco hecho, y celebraran a ese honrado pueblo trabajador que, ignorando las estupideces de la élite ecologista, goza de la humilde felicidad de comerse un filete empanado.

Tomarse el trabajo de debatir sobre la difícil sostenibilidad del actual consumo de carne en los países ricos requeriría más esfuerzo intelectual, así que es mejor centrarse en un filete, situarse en el terreno de la gracieta, caricaturizar al adversario, reducir su activismo, por ejemplo, a la anecdotilla de unas chicas que dicen estar protegiendo a las gallinas de ser violadas por los gallos. Mientras las más serias publicaciones del mundo prestan hoy sus portadas a la alarma insoslayable del cambio climático, una troupe de humoristas del negacionismo, unida a los cínicos que siempre ven ridículo el compromiso ajeno, siembra la duda sobre la sinceridad y la honestidad de quienes entregan su vida a una causa noble.

¡Y cómo no hacer chanza de Greta Thunberg! No hay comentarista audaz que no haya hecho su pequeño chiste sobre la niña de las trenzas. Sus gestos, su mirada en exceso determinada, su imagen algo anacrónica. En realidad, nos aclaran, no tratan de hacer sangre sino de proteger su inocencia, de evitar que la codicia de los mayores perturbe su infancia. Sorprende que jamás se preocupen por la vida de las niñas atletas que entregan sus mejores años al sacrificio físico,

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