Lucía (Corella, 1943) salió un día de mayo en dirección a Perú y no está claro que vaya a regresar a Bilbao, donde reside. Se jubiló, hizo unas obras en casa, en el Casco Viejo, y le llamó por teléfono a su hijo, Ander, un arquitecto contratado por la ONG All Hands and Hearts. Ya era hora de cumplir dos de sus sueños: pasar unos días con él en Arequipa, Perú, después de meses de separación, y subir al Machu Picchu. Todo apunta a que se va a quedar a medias. Lleva en Cuidados intensivos con una septicemia que parece que remite algo, pero sin garantías de supervivencia. «No sabemos todavía nada a ciencia cierta pero los médicos nos dicen que si sobrevive hay posibilidades que te haya que amputarle algún miembro o parte», asegura su hijo.

Lucía se subió a un avión la primera semana de mayo y a mediados se sintió indispuesta. El seguro mandó a uno de los hospitales privados «y ahí empezó la odisea», describe su hijo Ander. Lo que al principio parecía una pequeña infección se convirtió en una septicemia de consecuencias inciertas. «No nos lo creíamos, me dijeron que había más un 90% de probabilidades de que muriera en Cuidados Intensivos, y ahora parece que mejora algo pero las posibilidades de morir son todavía bastante superiores a las de sobrevivir».

A la lucha de su madre, «la más importante», se suma el problema de Ander para financiar los costes de los cuidados hospitalarios. Los 15.000 euros que le cubría el seguro se acabaron pronto ya que la factura diaria de estar conectada en Cuidados Intensivos y los tratamientos se elevan «a 4.400 euros, prácticamente se acabaron en cuatro días» y desde entonces, cada día que pasa en el hospital privado de Arequipa la factura sube. «Acabo de pagar una de 10.000 euros», explica Ander que lamenta que Perú no sea como Chile, un país en el que la Seguridad Social española tiene firmado un convenio de intercambio. «En Perú no hay nada», lamenta.

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