Alimentarse dignamente es un derecho humano internacional que existe desde hace tiempo y al que se han comprometido muchos Estados. De hecho, 30 países lo han reconocido explícitamente en sus constituciones, mientras que muchos otros han tomado medidas para incidir a su favor.

Tomando como punto de partida la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se han creado instrumentos políticos que han hecho posible que el derecho a la alimentación sea una realidad cada vez más extendida. Entre ellos, las directrices voluntarias sobre el Derecho a la Alimentación, que han guiado a los gobiernos a lo largo de estos años en cómo actuar en esta dirección.

Precisamente, 2019 marca el 15º aniversario de la aprobación de las directrices por el Consejo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En la última década y media, su aplicación en un amplio número de países ha contribuido a mejorar el impacto de las políticas de seguridad alimentaria y nutricional, según nos muestra un informe presentado recientemente por la FAO, con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).

Las directrices han introducido fórmulas políticas novedosas en la lucha contra el hambre y la malnutrición, al apelar por un enfoque basado en los derechos humanos, lejos de los modelos tecnocráticos de los años ochenta y noventa del pasado siglo. Así, los actores no gubernamentales han participado en los procesos políticos; las decisiones se han fundamentado en el análisis y datos contrastados; se han definido mandatos y responsabilidades; y se ha estrechado la vinculación entre la planificación, el presupuesto y la evaluación de los resultados.

Desde 2004, la población mundial creció en 1.170 millones de personas hasta 2018,  mientras que la prevalencia de desnutrición crónica en menores de cinco años se redujo del 30 % al 22%

Las directrices han alentado a cada país a componer su propio menú de políticas de acuerdo con el contexto, situando el foco de atención en los más vulnerables y en las causas estructurales del hambre.

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