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ACTÚA

Todo el mundo siente un pequeño escalofrío al entrar en un hospital. Si no es ese olor penetrante a química desinfectante es el tacto áspero de las sábanas de ribete azul. Si no es ese puré insípido e incoloro es el sonido de los monitores o los zuecos de las batas verdes golpeando el terrazo. Los cinco sentidos trabajando de mil maneras para recordarte que estás en un lugar frío y hostil. Todo ello muy a pesar de los esfuerzos pacificadores de los maravillosos profesionales que suelen habitar allí.

En realidad los sentidos son cómplices de tus (malos) recuerdos, tratan de rescatar ese dolor escondido, esa experiencia traumática imaginada, propia o familiar que pasaste o barruntas que algún día vivirás allí. El entorno es propicio para generar una situación de estrés emocional que, curiosamente, sólo desaparece con los sonidos estridentes de loza y cristal de, por ejemplo, la cafetería; territorio neutral para nuestro corazón y nuestros sentidos. Ese sonido cotidiano de la cafetería nos devuelve a una realidad que tranquiliza.

¿Y si buscamos el mismo efecto en otras partes más duras del hospital? ¿Y si trabajamos por mejorar ese espacio de dolor, esquivo y hostil para pacientes y familiares y así enriquecemos el confort de su estancia? ¿Y si engañamos a esos sentidos para vestir de normalidad el espacio navegando entre vivencias positivas y no a través de nuestros peores recuerdos?

Eso es lo que intenta la asociación sin ánimo de lucro Música en Vena desde 2013. Utiliza la mejor herramienta para rescatar la nostalgia buena, la que solo despierta las mariposas del estómago o evoca esa felicidad ya vivida: la música.

La música que cura sin ser medicina

El proyecto pretende una transformación social en el ámbito de la salud con un programa muy profesional. Y va camino de ello. Más de 6.000 músicos han realizado ya 2.200 microconciertos para un total de 44.000 pacientes en los 17 centros con los que se trabaja en la Comunidad de Madrid desde hace seis años.

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