En la consulta, Vicente Baos ha visto casi de todo. Médico de atención primaria en la sierra de Madrid, con más de 35 años de profesión a sus espaldas, hace unas semanas se encontró con algo nuevo: una señora, testigo de Jehová, acudía a pedir un justificante que certificase que estaba enferma para no tener que ir a predicar.

Cuando publicó esta experiencia en Twitter, colegas de toda España se sumaron a relatar vivencias variopintas: un justificante a una persona transexual, explicando que su aspecto no se corresponde con el de su DNI; otro a una señora para poder llevar una hamaca a una piscina donde no están permitidas; para no ser presidente de escalera por el estrés que le supondría; uno para acreditar la virginidad antes de un matrimonio…

Más allá de las anécdotas, los médicos de familia se quejan del tiempo que han de dedicar a tareas burocráticas que realmente no les corresponden. Con unas ratios de pacientes que les obligan a despacharlos en cinco minutos, este tipo de gestiones van consumiendo franjas de sus jornadas que podrían dedicar a labores que consideran más valiosas.

Enrique Gavilán, que recientemente ha publicado un libro sobre sus vivencias como médico de familia, asegura que, sumadas, estas tareas contribuyen a saturar un poco más la ya colapsada atención primaria. “Casi a diario vienen padres para que certifiquen que su hijo no puede ir a colegio por estar acatarrado. ¿De verdad necesitas un justificante para eso? El problema es que algunos centros se lo piden y provocan un trastorno para mucha gente: el padre tiene que ir a consulta, nosotros que atenderle”, lamenta Gavilán. Pese a que él y muchos colegas tratan de hacer pedagogía y explicar que hay justificantes que no son tarea del médico de primaria, al final del día han tenido que cumplimentar “una multitud de papeles que no aportan nada”.

Hablar con el paciente, convencerle de que el documento que pide no es tarea del médico, requiere más tiempo que firmar uno que acredite lo que solicita,

 » Más información en elpais.es