La muerte de un ser querido es uno de los golpes más fuertes a los que se puede enfrentar cualquier ser humano. Cuando un niño o un adolescente pierde a una persona importante en su vida pueden surgir sentimientos de confusión, miedo, rabia y también comportamientos dirigidos a llamar la atención de los adultos que le rodean.

“Los niños no suelen expresar el dolor, la tristeza o la pena por la pérdida como los adultos. Lo habitual es que estos sentimientos se expresen a través de cambios en el carácter, irritabilidad o disminución del rendimiento escolar, especialmente en los niños más pequeños”, señala la Asociación Española Contra el Cáncer en la publicación Cómo viven los niños la pérdida de un ser querido.

La edad y el desarrollo cognitivo y emocional de cada niño desempeñan un papel fundamental en la interpretación y comprensión de la muerte. Hasta los tres o cuatro años no suelen comprender su significado y en torno a los cuatro la muerte es algo similar al sueño, no la asocian a algo definitivo – mantienen la esperanza de que la persona fallecida vuelva o es frecuente que expresen que hablan con ella-.

A partir de los siete u ocho años viven la pérdida de forma muy similar a los adultos pero perciben el paso del tiempo de forma diferente, por lo que las etapas del duelo suelen pasar más rápidamente. Para los adolescentes, suele resultar un acontecimiento muy difícil de superar que suele ir unido a comportamientos y formas de expresar las emociones más extremas. Por eso, es sumamente importante ponerse en su lugar y conocer cómo afrontar con ellos estos duros momentos.

Los expertos coinciden en que tanto niños como adolescentes deben participar, como el resto de miembros de la familia, del proceso de despedida y duelo. Es importante hablar con ellos, dejar que expresen sus emociones y, si así lo desean, participar en el funeral y otras conmemoraciones. Todo ello les hará sentir parte fundamental de la familia.

No conviene esperar días y mucho menos semanas para comunicar la noticia al niño. Los niños tienen mucha imaginación y tienden a la fantasía, lo que podría llevarles a desarrollar miedos y sentimientos de culpa que podrían enquistarse y de los que podría costarles mucho tiempo recuperarse. Hay que buscar un momento tranquilo y sin interrupciones para contarle lo que ha pasado.

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