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Niña comiendo cereales

El desayuno ha sido prácticamente salado desde el inicio de la humanidad, y no es hasta el siglo XVII cuando se caracteriza por ser dulce, gracias a los franceses. De hecho, hasta el siglo XIV las recetas culinarias con azúcar solían destinarse a los enfermos, ya que este ingrediente era considerado un producto farmacéutico.

Pero a partir del siglo XV el uso del azúcar se generalizó en la cocina francesa. Se azucaraban las carnes, los pescados y las verduras, y se combinaba con el café, el té, la fruta, los huevos, los cereales, la pastelería y el chocolate. Fue tal la influencia que hacia el siglo XVII esta tendencia no solo se instauró en las recetas culinarias, sino también en el momento en el que se servían, dejándose los platos dulces para el desayuno y la merienda.

«Con la llegada de la Revolución Industrial, y la invención de los cereales de desayuno, la industria aprovechó un hábito instaurado desde hacía varios siglos para hacer negocio, generando una excesiva oferta de alimentos diseñados exclusivamente para el desayuno con niveles no menos excesivos de azúcar», destaca en Aprende a Desayunar (Amat Editorial) la dietista-nutricionista Raquel Bernácer.

La también experta universitaria en Educación Alimentaria y máster en Nutrigenómica y Nutrición Personalizada subraya así que los cereales con leche se han convertido en un icono del desayuno moderno, dada la gran y atractiva oferta que aporta la industria alimentaria, aunque no siempre son saludables.

De hecho, llama la atención sobre el hecho de que existen alternativas mejores y más sanas. «Es importante saber diferenciar entre los cereales del desayuno y los cereales como grupo alimentario. Incluir los cereales enteros (y sus derivados) como grupo alimentario en el desayuno puede ser una práctica saludable si los escogemos bien», advierte.

Aquí Bernácer habla del pan integral, de los copos de avena o de la espelta en forma de granola, y de las gachas, además de cereales de desayuno sin azucarar, que los hay. «Nada te impide comer las sobras de un arroz con verduras, o de unos macarrones, además de innovar y preparar, por ejemplo, un cuscús integral con frutas y yogur para desayunar»,

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